Pancho Nacameri : De la Estancia a San Felipe y Aconchi
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Francisco Trujillo Valenzuela fue un hombre de la oportuna y sana ocurrencia, pero ante todo, de sacrificio, de lucha diaria por la supervivencia, de trabajo, de mucho y muy variado trabajo.
Fue jornalero en los campos de la costa, trabajador en la construcción, en las minas, en molinos procesadores de metal, herrero, nievero y taquero…
Nadie, casi nadie le llamaba Francisco. Muy pocos aventuraban a decirle, Pancho. Mas bien todos le conocían por Nacameri. Pancho Nacameri, Nacameri de Aconchi. Nacameri el de los tacos.
Pero Nacameri no fue sólo de Aconchi. Fue de la Estancia, comisaría de ese mismo Municipio, donde nació un tres de diciembre de 1935, día de San Francisco. Sus padres: Tomás Trujillo y Josefa Valenzuela
Y fue también de San Felipe, donde con su mujer Josefina López, vivió para trabajar unos 8 años en el molino metalero en los años 60. Ahí en San Felipe nacieron la mitad de sus 14 hijos. Casi uno tras otro.
Una credencial de afiliación al Partido Revolucionario Institucional lo acredita como militante en San Felipe en el año de 1968.
A simple vista, era un hombre serio, parecía absolutamente concentrado en lo que hacía. Sombrero siempre, preferencia por las camisas a cuadro y a veces blancas. Mediana estatura. Piel morena, nariz de grandes orificios, ojos cafés ,huidizos, pequeños. Complexión delgada, brazos cortos, manos y dedos gruesos hechos en la rudeza del trabajo
¿Nacameri?. ¿Por qué Nacameri,?. Nada que ver con la nuestra señora de los Remedios , nada que ver con el pueblo de Rayón…
“Ese apodo ya lo tenía desde que éramos novios, así lo conocí, nunca le pregunté de donde venía, quien se lo puso, pero siempre le dijeron así, Nacameri. Yo siempre le dije Pancho.”
Quien así habla, es Josefina, su mujer, su compañera con quien primero Nacameri vivió en unión libre, luego ya en matrimonio.
De joven, de soltero, era muy vago y bromista. No podía estar en un solo lugar. Aun así no se fue pal otro lado de bracero, Solo a la Costa de Hermosillo, a Ciudad Obregón a trabajar en la construcción, en los puentes de las carreteras.
Apoyada en su hija María delos Angeles, “Ina”, para hacer memoria y rodeada de algunos de sus 32 nietos y seis bisnietos, Josefina recuerda que por allá en 1957, y con el primer hijo de 15 días de nacido se fueron a vivir en a San Felipe a las labores del molino metalero.
Ahí, pancho trabajaría en la operación de la quebradora, en labores propias de “molinero”, antes de la línea de flotación de aquel ruidoso equipo que al final daba como productos plomo y zinc.
Cuando el molino entraba en receso por temporadas la familia se transladaba a la casa habitación muy próxima a las instalaciones, y Pancho se desempeñaba como velador.
Un día, al accionar la palanca del arrancador molino Pancho recibe una fuerte descarga eléctrica que lo impulsa al suelo inconsciente. Cae con la lengua trabada. En auxilio su compañero Héctor Vázquez va y notifica al señor Pedro Trelles Serna, propietario del molino. El mismo logra destrabarle la lengua. Hace que lo transladen a su casa.
“Venía todo revolcado, como que había caído en un charco, o le hecharon agua. Si fue así Yo creo que eso lo favoreció. A mi me dijeron que Pancho se había emborrachado mucho y que por eso estaba así. No me dijeron luego del accidente, pero algo presentí desde el momento que vi pasar el carro de Don Pedro Trelles muy recio. Luego un médico nos dijo que se pondría bien, que había sido muy oportuna la intervención del señor Trelles”
Finaliza ya la década de los 70. El molino cierra operaciones, es un periodo prolongado. Pancho Nacameri empieza otra etapa de su vida como herrero y empieza a trabajar en Aconchi con Emiliano Aguirre el Chapo, quien ya operaba su afamado negocio de la carpintería. Junto con José Velarde, soldador, Pancho va y viene a san Felipe. Luego se establecen para vivir definitivamente en ese lugar.
El negocio es pujante, ahí se hacían gran parte de los trabajos de los pueblos del Río. Puertas, cercos, ventanas tejabanes para los ranchos, discos para arados y rastras, puntas, picos , marcas para herrar y mas.
Los clientes identificaban a Nacameri con la reparación de estufas de leña y la soldadura envehiculos dañados por choques.
Por trabajo, vecindad y contemporaneidad nace la amistad con hombres de su tiempo como Miguel Angel Luna, Tino Velázquez, Angel Eduardo, Chay Degollado, Jesús, Chito Heredia. Entre camaradería se desarrolla también el sentido del humor, la ocurrencia, la respuesta en corto plagada de espontaneidad.
-“¿ Nomeharía una puerta el Chapo”? pregunta a Nacameri con ingenuidad un cierto cliente. “No se, -le contesta- pero ayer lo vi meando una ventana “
Al mismo tiempo, empieza a crecer el gusto por el alcohol. Pero ni así Nacameri deja que sus respuestas tengan sus dosis de humor.
-“¿Qué estás haciendo aquí, Vámonos? , le pregunta en una ocasión su compañero Miguel Angel Luna que lo ve en estado de ebriedad sentado en una banca en los alrededores de la plaza. “Estoy viendo pasar muchas casas, y estoy esperando que pase la mía para subirme”, le responde.
La familia sigue creciendo y las necesidades también. Al venirse de San Felipe empiezan a vivir en casas de renta ,de una a otra hasta que el generoso patrón les facilita una en préstamo, ahí pegado a los talleres donde Nacameri labora.
Inquieto, buscando el ingreso extra, con un gran apoyo de su mujer Josefina y de sus hijas más grandes, aprovecha las tardes después de la jornada de herrero y decide vender nieves.
“Al principio salía a venderlas en una carretilla, aquí en las casas, primero en tazas, luego, en conos cuates, que nos traía el Chito Heredia, verdulero, de Hermosillo. Las vendía a 50 centavos y a un peso si el cono era grande.” Recuerda Josefina.
La garrafa se la había regalado EL CONEJO de Arizpe, por un trabajo de herrería que le había gustado como quedó.
Al tiempo, Nacameri se asocia con “Che de la moto” un señor dueño de un vehículo tipo triciclo motorizado para llevar el producto a los pueblos vecinos como La Estancia, San Felipe , El Ranchito, Huépac, principalmente en fines de semana.
Con su natural ingenio y destreza de herrero hizo un nuevo depósito que le permitía elaborar por separado al mismo tiempo, tres tantos de la garrafa original.
“Me la van acabar y no me van a dejar pa los de arriba”, decía cuando la gente le compraba dos o tres conos juntos.
En las fiestas de junio de San Felipe y la Estancia, y las de Huépac en agosto era una tradición encontrar a los nacameri con su puesto de nieves, con más participación de Josefina y de sus hijos en el negocio.
Al tiempo, Pancho siente curiosidad de experimentar con otro negocio. Los tacos. Primero en asociación con un compadre empiezan a vender tacos dorados ahí cerca de la plaza. Luego encuentra asociación con quien ya es taquero de carne asada, Manuel . “El Pintito” y finalmente con Efraín Aguirre con quien ya va a las fiestas pues él tiene carro y Pancho los utensilios.
Las separaciones de los socios se dan en forma natural. Un día animado por su Josefina deciden instalarse por su cuenta y aprovechan las fiestas del 20 de noviembre en Aconchi. A un peso el taco, y la primera venta arrojó una ganancia de 5 pesos que estuvieron a punto de perderse pues cayeron fuera del cajoncito de la mesa de madera que utilizaron de improviso. Otro día fueron encontrados por Gabriel, uno de los hijos, ya cuando el barrendero de la plaza, el músico y lustrador de zapatos Nicho Gallegos andaba muy cerca de la mesa.
Las ventas de tacos continuó en fines de semana instalándose primero en la plaza, cerca del templo. Así empieza a salir también a las fiestas y celebraciones en los pueblos vecinos.
Tiempo después le facilitan espacio una ramada en un negocio de raspados .Se va acercando a su casa, la casa que ha comprado en la avenida principal, la de mayor circulación. Así decide instalar su propia palapa primero con rama, y después con material polín y lámina, resistente a las tormentas y un interior de madera con figuras de imitación ladrillo.
Pancho sigue trabajando como herrero y la venta nieve ya es una tarea de su esposa, solo en la casa.
Atender la venta de tacos permite a Nacameri una mayor identificación con la gente. Es el tiempo de mayor contacto, de disfrutar la hechura de su negocio. Las ocurrencias aumentan, van como su apodo, de pueblo en pueblo.
Siempre cerca y en su ayuda su hijas María de los Angeles ,Ina, Irma y Francisca.
Dos judiciales se acercan una noche a cenar y piden una soda..
-Tráeles una coca, Ina, a los señores . Sorprendidos, apenas alcanzan a mirar la sonrisa que el taquero espeta sin dejar de picar la carne.
Hay otras mas: Oye Nacameri.- ¿Estás vendiendo tacos en plena Semana Santa?. –
-Si, pero estos tacos no hacen pecar . El repollo nos los deja.
Un cliente: - Dos por favor… sin repollo.
- Ahh y entonces que le voy a hechar?
Maistro” le decía a amigo Miguel Angel Luna “Iremos a llegar al Dos Mil?
El ritmo de vida, la edad y el alcohol un vicio que ya había dejado años atrás, hacen mella en la salud de este hombre que ya ha arribado a los 60. No le gustaban las vistas al médico. Su complexión delgada empieza a transformarse. Hace su dieta a base de pinol. Vino una anemia y una complicación en el riñón lo somete a un severo tratamiento.
Aún así iba a la taquería. Solo podía prender el carbón y era obligado retirarse. Se ahogaba.
“Pensaba que las cosas no se harían igual, que no íbamos a atender bien a la gente, que iban a dejar la preferencia” recuerda con tristeza su hija Ina.
“¿Todavía venden mas de 100 tacos?” Pregunto un día.
-Si papá , y más.
“Entonces quiere decir que ya no me necesitan. Ustedes pueden solas”, les dijo tan solo dos días antes de su partida.
Nacameri murió rodeado de su familia el cinco de enero del año 2000. Antes, el día 31 de diciembre pidió que lo llevaran a San Felipe a visitar allegados.
Fue la despedida de lo que también fue su tierra.
UN CANTO A NACAMERI
Fred Terry es un Norteamericano que reside en Oracle, Arizona. En 1988 vino a Aconchi en como parte de un intercambio educativo entre escuelas primarias.
De inmediato trazó una gran amistad con la familia de Nacameri. Una de las hijas pequeñas de Pancho y Josefina participa en estos intercambios. El gringo siempre optó por quedarse en esa casa de la familia en Aconchi.
Además de los tacos, a Terry le gustó la broma, la ocurrencia, la celebridad y sinceridad del sonorense.
Luego de cumplir con el intercambio educativo, aprovechaba para exponer conocimientos y experiencias sobre apicultura, labor que ama y desempeña en su país. “Soy apicultor cantante” se autodefine.
Y a raíz de sus visitas, al Rio de Sonora, en 1989 le compuso a Nacameri, con mucha entrega, sinceridad y reconocimiento una canción con sentimentalismo y realidad.
Letra de la Canción a Nacameri
Este canto se ha transformado en un video clip editado con la colaboración de Miguel Angel Franco.
Nota: el video se subirá a este espacio próximamente.
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