
José
Abel López Heredia/Víctor De la Torre.
Sept. / 2006
“Nunca falta
un loco en el pueblo” dice el muy popular dicho. Al
parecer esta frase fue tomada muy en serio en la mayoría,
por no decir que en todas las comunidades del Río
Sonora, por supuesto, el Ranchito de Huépac no ha
sido la excepción.
Desde hace mucho tiempo, en el Ranchito y pobladores de
comunidades vecinas recuerdan con cariño a Manuel
Espinoza Romo, mejor conocido como “El Güel”,
personaje que hoy nos ocupa y le dedicamos con respeto esta
sección.
De “El Güel”, se cuentan una y mil historias;
desafortunadamente en este espacio no es posible plasmar
todo su devenir, por lo que a grandes rasgos narraremos
un poco sobre su controvertida vida.
Manuel Espinoza Romo nació y creció en El
Ranchito, comisaría del municipio de Huépac.
Doña Rosa López, (Rosa de Pascual, para todos)
una de las personas de mayor edad en El Ranchito, ha proporcionado
un dato interesante acerca de la fecha aproximada de su
nacimiento. “Yo lo bauticé, fue en mayo de
1942”, ha dicho.
Es hijo del Sr. Manuel Espinoza, apodado “El buchón”
y de la Sra. Rosa Romo, ambos ya finados. Creció
en la humildad, en la carencia, en el batallar diario de
la vida, como bien menciona el Prof. Manuel Enrique Vázquez
en el pequeño libro biográfico “Manuel
Espinoza “El Güel”, quien estuvo en muchas
ocasiones estuvo bajo castigo inhumano por parte de su padre.
La situación económica de su familia lo obligó
a temprana edad a abrirse camino en la vida muy “a
su manera” para subsistir como todo ser humano por
naturaleza y por derecho lo hace.
Su niñez debió pasar “volando”,
pues Manuel no recuerda haber tenido un juguete favorito,
un juego predilecto. Fueron sus juguetes el hacha, la pala,
el azadón, el pico y por supuesto la piola; pero
juguetes no recuerda haber tenido, los que no debieron faltar
seguramente en su infancia son los carritos de pithaya o
las “churumbelas” de brea, esos sí estaban
a su alcance.
EL beis y el box callejero,
su pasión
Ya entrada su juventud
desarrolló inquietudes y “amor” por dos
deportes que le apasionaron, el béisbol, el favorito
de sus pasatiempos, en el cual hasta hace pocos años,
no perdía oportunidad para practicarlo con generaciones
bastante lejanas a la suya a los que hacía batallar
con sus reglas y sus viejos trucos del conocido juego.
El otro de sus deportes favoritos fue el box, pero callejero,
sin réferi, sin guantes ni campana, el ring era la
calle y se valía agarrar piedras; “a correr,
el loco anda borracho y con ganas de echar guante”,
decía la chamacada. Era el terror en sus buenos años.
Incluso, se hizo famosa “la llave del Güel”
ya que con sus flacas pero resistentes piernas prensaba
al contrario con tremenda fuerza. Y no necesitaba andar
con sus traguitos para pelearse con quien lo retara, sin
importar quien fuera y sin medir consecuencias, se remangaba
la camisa y le entraba al pleito.
Ya en su madurez, la principal actividad que a Manuel le
dio sustento por mucho tiempo fue la de corretear y “lazar”
burros. Se paseaba por las mesas desde Huépac hasta
Aconchi detrás de los burros que la gente le encargaba;
los agarraba y cobraba por su trabajo.
A la par también se dedicó a vender leña.
Rosina López y Lidia López, dos señoras
de
El Ranchito, deben de recordar muy bien este “negocio
del Güel, ya que a las dos les vendió, con minutos
de diferencia, la misma carga, por supuesto cobrando doble
su trabajo.
Son estos alcances los que han hecho famoso a tan singular
personaje, una astucia combinada con desvergüenza,
originada por la necesidad, es lo que hace lo único.
Por ello, la gente del Ranchito y pueblos vecinos, le han
tomado un cariño “compasivo” como a pocos
en la región.
Y cómo olvidar la actividad en la que no tuvo competencia,
la de juntar huesos, tanto que dejaba limpios llanos y mesas
de todo animal muerto. Es increíble como la necesidad
hace realizar cualquier actividad siempre y cuando sea para
subsistir.
“El Güel”
en San Felipe
Por supuesto que también
tiene una relación con el municipio vecino de San
Felipe, ya que ahí vive su hermana, “La Chu”;
además de que también hizo buenos amigos como
el señor Carlos Quintanar Ballesteros, (finado) quien
junto con el Güel campeaba en las mesas de El Jojobal,
Huépac y Aconchi correteando manadas de burros para
“entregarlos a sus dueños”
Los quehaceres boxísticos los extendió también
a fiestas y otras celebraciones de San Felipe, sobre todo
con su acérrimo enemigo Alfonso Quiroga, con quien
tenía pleito “casado”, motivo por el
cuál varias veces cayó al “bote”.
En fin, muchos conocen a tan singular personaje, por lo
que se le nota un aprecio en este municipio, aunque en últimas
fechas (domingo 27 agosto de 2006) le cambió el aire
en la final de béisbol, negándole el apoyo
a San Felipe y otorgándoselo al equipo de Baviácora.
El argumento de Manuel es que el equipo de los Gigantes
le quedó a deber una “feria” cuando en
la temporada anterior “prestó” sus servicios
como asesor, con toda la experiencia que como “ex
jugador” de varios equipos ha adquirido.
-Nnnnnnnn, hhhiiichhhh quueeee, que por coyotes que son”,
exclamó después de su pública y repentina
acción ante un atiborrado estadio de San Felipe.
Y para que más se notara, sin que nadie se lo impidiera
entró al terreno de juego, cruzó justamente
por detrás del “homeplate” y del ampayer
y se dirigió a la banca contraria, donde campante
llegó “chocándola”a cada jugador
con su única mano en buen estado, pues a causa de
una caída y de no atenderse, una de sus manos se
le fue “engarrotando” hasta quedar con los dedos
fijos hacia arriba.
Así es “El
Guel”
Manuel es de complexión
delgada, rostro marcado ya con arrugas, de aspecto descuidado
y sucio. Cabello y barba blanca sin recortar y desarreglado,
invadido por las canas a consecuencia de los años.
Sombrero deformado por el mal y múltiple uso y zapatos
viejos, roídos, de trabajo – díría
él- y en ocasiones son tenis, muy apropiados para
su trajinar. Eso describe a “el Güel”.
Pero lo que más lo distingue es su dificultad para
hablar, pues su tartatamudez hace que se acentúe
la pronunciación de la “n” conjunta con
la “i” ligado a la“ch” y al “que”
muy repetidos, de tal manera que todo el inicio de su conversación
esté marcado por el “nnnn iiiihhhh chhhh quuueee
…” , o: “iiiiiiccchhhh que”.
Al hablar en tono respondón o de reclamo, el problema
crece y provoca su desesperación y la risa de los
presentes.
En sus cabales, es atento con la gente que visita el lugar,
bromista con los pobladores, incluso cariñoso en
su saludo al reencontrarse con gente a la que ve poco. Tiene
algo en su personalidad que llama la atención su
presencia, como le sucedió al actual gobernador Eduardo
Bours en su primer cabalgata, que al verlo, detuvo su caballo
le dio la mano y le cambió el sombrero.
Es curioso ver como algunas personas trascienden en la vida,
unos por su inteligencia, por sus habilidades, por sus hazañas,
por sus valores.
Estas personas dejan huella en la historia de una sociedad.
“El Güel” por sus acciones, sus ocurrencias,
por su astucia y habilidad para engañar a las personas
con tal de conseguir que comer, por sus pleitos y por tantas
otras cosas que lo hacen único.
Seguramente trascenderá en la historia del Ranchito
de Huépac y será recordado por muchos años
en los pueblos vecinos.
Hoy, a “El Loco” como también es conocido,
se le ve cansado, viejo, con menos humor. El tiempo no perdona.
Al tiempo, ese factor que determina la vida, “El Güel”
no puede engañar ni darle gato por liebre, como ha
hecho con la gente muchas veces en su vida. Para fortuna,
aun se puede gozar con sus ocurrencias en las bancas de
la plaza o en la esquina de la tienda de que la Rosina platicando
de sus amores, de sus historias, anécdotas del beisbol
y hasta amenazando a alguien. Aun le queda algo de eso.
¿“Ya te
sabes la última de El Güel”?
Tan famosa como él mismo es la frase “¿ya
te sabes la última del Güel?”.
Cuando la escuches ponle atención, te garantiza una
buena carcajada y en ocasiones hasta una enseñanza
de vida. Son tantas y tantas sus historias que no es posible
relatarlas todas, por lo que narraremos sólo unas
de las más conocidas:
“La arrobita de
harina”
Hace muchos años, cuando Miguel Ángel López
fungía como Comisario del pueblo, se presentó
en su casa la señora Clementina Terán, mujer
muy humilde y vecina de El Güel para presentar una
queja en su contra, ya que lo acusaba de haberle hurtado una
“arrobita” (saco pequeño) de harina.
El Comisario, conociendo al Güel y presintiendo problemas,
mandó llamar al comandante y su auxiliar del municipio
de Huépac para enfrentar el caso.
Se presentaron y esperaron al presunto ratero. No tardó
mucho en llegar el acusado con su paso muy tranquilo y aun
viendo a la policía en su casa llegó de lo
más calmado.
-Güel, dice el comisario, “aquí te acusa
la señora de que le robaste una arrobita de harina”.
–“Quechhhhque, dónde están la
pruebas”, se defiende El Güel.
Comisario:- “Quieres pruebas, vente pal patio pues”.
Al llegar al patio de la casa de la señora, estaba
un chorrito de harina que salía desde la ventana
y llegaba claramente hasta la casa del Güel.
Al verse descubierto y sin la menor intención de
regresar la harina, vio el chorrito de un lado a otro, pensó
un momento y expresó con mucha seguridad:
iiiiicchqqque, que, este chorrito, que como puede venir
nnnnnnde allá pa´ca, nnnnnquetambién
puede ir de aquí pa´ alla”!.
Al escuchar una respuesta tan razonable, los de la ley nada
más se quedaron viendo unos a otros. Al comisario
Miguel Ángel no le quedó otra:
-“Vete Güel, y dime Clementina, cuánto
cuesta una arrobita de harina, la comisaría paga....”
Los dos tercios de leña.
Como ya se ha dicho,
en un tiempo en que en su juventud “las podía”,
El Güel se dedicó a la venta de leña.
En una ocasión “estacionó” su
burro frente a la casa de la señora Rosina López,
en la entrada del pueblo. Con el asno “empatizalado”
y un tercio de leña por cada lado, entró a
la tienda:
- “Qeusssshhhhh Rosina, aaaaaaahí traigo dos
tercios de leña, hhiiisss que a veinticinco pesos
cada uno, los quieres hiissssh que, si no pa´irme...
–“Bueno Güel, déjalos en el patio
y toma tus cincuenta pesos”, le dice confiada la señora.
El loco agarra su dinero y sin dudar un segundo entra a
la casa de Lidia López, quien vive enfrente, dispuesto
a realizar otra venta.
-“ Hiiissssshhhhque Lidia, quequee nnnte interesan
dos tercios de leña, sino pa´vendérselos
a la Rosina,
- “No Güel, yo te los compro” se apura
Lidia. Se los paga y le da la misma orden de dejarlos en
su patio.
Sale el Güel bien librado de su transa y en media calle,
suelta los tercios y pa´luego es tarde, se va dejando
los tercios ahí tirados. Al rato ve Rosina los dos
tercios de leña en media calle y sale rezongando
a recogerlos ella misma.
-“Pero mira que loco tan baquetón donde me
dejó la leña”, rumora.
-“Oye mujer que estás haciendo”?, grita
Lidia desde su casa.
-¿“No vez? dice Rosina, sin dejar de recoger
la leña “Este loco bandido donde me dejó
la leña”
-“Que leña ni que ocho cuartos, si esa leña
es mía”, se enoja la Lidia. “Le acabo
de dar cincuenta pesos al Güel por los dos tercios,
-¡Mira, Yo se los acabo de pagar!”, afirma Rosina.
Fue entonces cuando caen en cuenta que una vez más
han sido víctima de las transas de El Güel,
y se sueltan riendo,
-“ bueno, uno pa ti, y otro pa mí.... Pues
que más”.
¿Cuánto
te debo Güero?
Hace ya muchos años,
el “Güero” López, padre del comisario
Miguel Angel, agricultor de toda la vida tenía un
verano en su tierra la cual se ubica muy cerca del pueblo.
Como de costumbre estaba “la raza” reunida en
una de las esquinas ya a altas horas de la noche, cuando
ya la mayor parte de la gente está dormida.
Buscando en qué divertirse, “El Güel”
sugiere ir a robarle unas sandías al “Güero”.
Se ponen de acuerdo y de inmediato se van todos a la milpa.
Como Manuel se las da de más experto y mayor de todos,
va adelante dirigiendo a la cuadrilla. Se meten con cautela
a la siembra y empiezan a cortar una que otra sandía,
cuando en eso que caminaba el loco por un surco, siente
un macanazo en la frente que lo regresa y lo tumba arriba
de los demás.
Como estaba muy oscuro y pensando “El Güel”
que el dueño de la parcela había los había
descubierto y asestado el tremendo golpe, rápidamente
se recuperó diciendo:
- Hiiisssqqqquuee ¿cuánto te debo Güero?,
te venimos a comprar unas sandías.
La sorpresa fue que el golpe provino de un azadón
que “El Güel” pisó e hizo que se
levantara el mango para estrellársele con furia en
la frente
Al ver lo que pasó todos echaron a reír y
fueron a comer las sandías a la plaza.
¿Qué no vieron el chisparajo?
Otra de las historias
de “El Güel” da cuenta de un pleito casado
que tenía con Pancho Cachatas, mejor conocido como
“Panchín”, “compañero de
partido” avecindado en Huépac.
En unas fiestas del Ranchito, les dio por quitarse las ganas
que se traían. Con tanta maña aprendida en
el pleito, “El Guel” traía de su cuenta
a “Panchín” sin que nada ni nadie se
lo impidiera.
Al ver Panchín que no había manera de ganarle
al Güel en esa ocasión, le dijo sin malicia:
- “Ya estuvo Güel, ya me pegaste, mejor te invito
un cigarro y ahí muere”.
Siendo Manuel tan matrero y tan explosivo, aceptó.
Cuando se dispuso a encender el cigarro y viéndolo
Panchín descuidado, le dio al Güel un sonoro
puñetazo en la cara que lo tiró largo a largo
en el terreno de pleito. Luego de un rato cuando el sorprendido
Manuel pudo reaccionar y sentarse, la gente asustada se
arrima a el y le pregunta: - ¿Te dolió Güel?
- Qussssshhhhhh, ¿que no vieron el chisparajo?
El Güel pensó que todos vieron las estrellitas
que Panchín le hizo ver.
Estas son solo cuatro
de las muchas historias de “El Güel”, que
se cuentan por todos lados.
Con mucho respeto, cariño y aprecio, se escribieron
estas líneas dedicadas a este singular personaje,
quien tiene su propio corrido compuesto por Manuel Enrique
Vásquez. Este se incluye en el folleto que el mismo
“Güel” vende en el Ranchito de Huépac.
Ah!, si quieres adquirirlo ten cuidado. El tiene la consigna
de venderlo en veinte pesos. No vayas a ser su víctima
y te lo quiera vender en cincuenta, “quueeessshhhhque
así está mejor…”
Los fondos por la venta de dicho libro, son exclusivamente
para su sustento, pues el vende y cobra, aunque en su mayor
parte van a parar el expendio de cerveza más cercano...
Estos son algunos versos del corrido dedicado a Manuel
Espinoza:
En unas cuantas palabras
con sentimiento profundo
un hombre recio y valiente
existe por este mundo.
El Güel es un personaje
por todos reconocido
ha sido sparring de muchos
dejándolo malherido.
Canten cuervos y coyotes
en barrancas y veredas
El loco ya las anduvo,
incluyendo las praderas.
El tiempo ha dejado huella
en la vida de Espinoza
aunque no lo quieran creer
para él es poca cosa
El “Tigre” ya está cansado
de los golpes de la vida
deja mucho testimonios
de lo que fue su guarida
Brinquen todos los miedosos
y que no les quite el sueño
de todos los pueblos del río,
también los jojobaleños
Con esto cierro la historia
de esta tragedia enredosa
quí se acaba el corrido
del “Güel Manuel Espinoza”
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